El pasado 27 de diciembre comenzó la vacunación de personas en España para combatir el COVID-19 gracias a la vacuna creada por Pfizer/BioNTech tras la aprobación de la Agencia Europea del Medicamento (EMA).
La pregunta que todos nos hacemos, y es normal tras crearse la vacuna en un tiempo récord, es sobre si la misma será segura y que efectos adversos puede tener sobre nuestro organismo a largo plazo. Es cierto que para otras se ha tardado mucho más, pero ninguna otra vacuna ha tenido tantos recursos públicos ni privados en todo el planeta y se diseñaron con medios más precarios.
¿Es segura la vacuna?
Para que una vacuna se apruebe debe pasar varias fases en laboratorio como investigación en células y animales primeramente y estudios en humanos después, aplicado en miles de voluntarios. Los ensayos de esta vacuna han seguido todas las fases de una manera especial a una velocidad vertiginosa, ya que estamos ante una pandemia y una emergencia de salud pública, pero se han cumplido todas las fases para evaluar su eficacia y seguridad.
¿Qué contiene la vacuna?
Las vacunas son diferentes al resto de fármacos puesto que se inyectan en personas sanas para prevenir una enfermedad. En este caso la vacuna de Pfizer/BioNTechutiliza fragmentos de código genético para provocar una respuesta inmune y se denominan vacunas de ARNm.
Estos fragmentos no alteran las células humanas, solo le presentan al organismo instrucciones para desarrollar inmunidad frente al COVID-19. Otras vacunas como la de Oxford contienen el virus alterado e inofensivo para que el cuerpo desarrolle inmunidad frente a la misma.
¿Me enfermará la vacuna?
La mayoría de los efectos adversos en los miles de voluntarios fueron leves y de corta duración, por lo general duraron uno o dos días, similares al tipo de efectos producidos después de cualquier otra vacuna. Esto habla bien de la vacuna puesto que está produciendo los anticuerpos correctamente.
Uno de los puntos débiles de la misma es que se ha tenido muy poco tiempo para valorar efectos adversos a largo plazo, pero los datos en animales orientan a su seguridad. Además, muchos de los fármacos y vacunas utilizados día a día tienen menos de 20 años de antigüedad, por lo que no se conocen sus efectos a largo plazo.